23/01/2013

My Beloved World; memorias de Sonia Sotomayor, juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos

Recensión del libro de memorias de la primera juez latina del Tribunal Supremo USA, nombrada por Obama; y una pequeña selección de extractos (en inglés) útiles para estudiantes, profesores y prácticos del Derecho.


1. El libro


Llegar a ser uno de los nueve jueces que forman parte del Tribunal Supremo de los Estados Unidos siendo mujer no es fácil, pero ya lo había conseguido Dandra Day O'Connor en 1961. Llegar a serlo formando parte de una de las minorías étnicas, tampoco, pero Thurgood Marshall, afroamericano, formó parte del Tribunal Supremo desde 1967. Pero ser hispana, de origen puertorriqueño, criada en el Bronx en una familia castellanoparlante de clase baja, con un padre alcohólico y afectada por una diabetes infantil, para la que, en la época, no existían los recursos hoy disponibles, parecen un cúmulo excesivo de circunstancias desfavorables que, sin embargo, fueron superadas por Sonia Sotomayor, primero de los dos nombramientos realizados en la presidencia de Obama.

Al interesante currículo de esta magistrada se une la peculiaridad de que un miembro del hiperformalizado cuerpo de jueces del Tribunal Supremo publique unas memorias de sus años anteriores al acceso a la judicatura (peculiar, pero no excepcional; véase Clarence Thomas, My Grandfather's Son: a Memoir), con el reconocido doble propósito de servir de estímulo a otros jóvenes sometidos a análogas adversidades y desarrollar una reflexión personal sobre el camino recorrido. Demasiados alicientes como para no precipitarme a leer el libro tan pronto como ha sido publicado, bajo el título de My Beloved World. Confieso, pese a todo, que temí que el libro se situara en uno de dos deplorables extremos: el del frío curriculum vitae relatado en extenso, cual si fuera el acta notarial de una vida; y el de la hagiografía fundada en esas autoprofecías ("yo nací para ser juez del Tribunal Supremo y no paré hasta conseguirlo") que son tan del gusto de los norteamericanos y vertebran tantas de esas películas de Hollywood en las que lo único que es seguro desde el primer minuto es que el protagonista, pese a todas las dificultades, hará realidad su sueño. Pues de eso, nada. Es un libro sincero y simpático, escrito por una persona excepcionalmente observadora, de su entorno y de sí misma, que no tiene reparo en dedicar cuatro páginas a la compra de un impermeable para su estancia juvenil en Princeton o narrar un divertido episodio sobre su ropa interior; y, fuera de algún guiño a las vibraciones ultraterrenales de su "abuelita", en ningún momento se presenta como una persona-nacida-para-ser-juez-del-Tribunal-Supremo, sino como alguien con una clara vocación de servicio a la sociedad ("the law for me was not a career but a vocation") y una inagotable voluntad de aprender y mejorar ("I have been a happy sponge"; mi vida ha sido "one journey of growth and understanding" basada en "my faith in my potential for self-improvement"), que aprovecha todas las oportunidades que se ponían a su alcance, entre ellas, la de acceder a Princeton y Yale gracias, en parte, a la política de discriminación positiva (affirmative action) hacía las minorías étnicas que empezaba a implantarse en los campus americanos en la segunda mitad de los 60.

My Beloved World ofrece al lector curioso un testimonio de insider de buena parte de la vida jurídica estadounidense: la High School de Princeton y la Law School de Yale, la fiscalía, los despachos de abogados, grandes y (relativamente) pequeños, y los tribunales. Llamará la atención del lector español la extraordinaria movilidad profesional e intercambiabilidad de roles que se produce en el sistema jurídico americano, con la judicatura como vértice de la pirámide, más por prestigio que por ingresos económicos.

Inteligencia emocional ("skills of the heart"), ponderación, orgullo de lo realizado, pero reconocimiento de sus limitaciones y de que una parte de sus éxitos se debe a la afortunada alineación de los planetas, el libro describe, con aparente honestidad, una juez como la que uno querría que le juzgara si alguna vez se viera en esa indeseada tesitura.


2. Citas sugerentes para el estudiante de Derecho (pero también para el profesor o cualquier otro profesional del Derecho)


Selecciono aquí algunas citas breves que he encontrado felizmente sugerentes acerca del Derecho, su aprendizaje y lo que podríamos llamar disposición profesional o vocación.

  • La emulación y la observación como instrumentos de aprendizaje...
All my life I’ve looked around me and asked: What can I learn here? What qualities in this friend, this mentor, even this rival, are worth emulating? What in me needs to change?
When a young person, even a gifted one, grows up without proximate living examples of what she may aspire to become—whether lawyer, scientist, artist, or leader in any realm—her goal remains abstract. Such models as appear in books or on the news, however inspiring or revered, are ultimately too remote to be real, let alone influential. But a role model in the flesh provides more than an inspiration; his or her very existence is confirmation of possibilities one may have every reason to doubt, saying, “Yes, someone like me can do this.

  • y como claves del ejercicio profesional.
Leveraging emotional intelligence in the courtroom, as in life, depends on being attentive; the key is always to watch and listen.

  • La necesidad de entender los "porqués" para estudiar y aplicar rectamente el Derecho.
If history involved more than memorizing names and dates, the practice of law was even more removed from merely learning a body of rules and statutes, as I had naively assumed it would be.
When the law permits this or prohibits that, the first question to ask is why. The “why” is the essence of the principle, and once you understand it, you can structure an argument for not applying it in a particular case.

  • Aprender siempre, de todos y de todo; aprender como disposición de ánimo.
Don’t be shy about making a teacher of any willing party who knows what he or she is doing. 
Whenever I make a new friend, my mind goes naturally to the question, what can I learn from this person? There are very few people in the world whom you can’t learn something from, but even rarer are those souls who can reveal whole worlds to you if you observe them carefully. 
Failure is a great teacher too, and not to be feared.

  • Enseñar es más que transmitir información; aprender es más que almacenarla (y que sacar buenas notas).
(Respecto de un trabajo exhaustivo de la autora, evaluado con un aprobado "raspadillo") Professor Weiss told a familiar tale: although my paper was chock-full of information and even interesting ideas, there was no argumentative structure, no thesis that my litany of facts had been marshaled to support. “That’s what analysis is—the framework of cause and effect,” she said. 
(Respecto de una profesora del colegio que le sirvió como primer modelo en el ejercicio de una profesión) It had more to do with her questioning the meaning of her existence, thinking in terms of a purpose in life. She was a teacher but still educating herself, learning about the world and actively engaged in it. I began to have an intimation that education could be for something other than opening the doors of job opportunity, in the sense of my mother’s constant refrain.
(Diálogo con una compañera de su madre que se extrañaba de su aceptación en la universidad de Princeton)“Well, can you explain to me how you got a ‘likely’ and the two top-ranking girls in the school only got a ‘possible’?” I just looked at her. What did she mean by that? Not to mention that accusatory tone. My perplexed discomfort under her baleful gaze was clearly not enough; shame was the response she seemed to want from me. Sometimes in such situations, an apt answer only occurs to you hours later: “Because of what I’ve accomplished on the forensics team and in student government. Because I work part-time during the school year and full-time during the summers. I may be ranked below them, but I’m still in the top ten, and I do much more than the others do.” 

2 comentarios:

  1. Leí el libro hace una par de años, y me pareció muy sugerente. Me hizo cambiar de opinión en alguna cuestión no menor (la famosa discriminación positiva... aunque sigo sin tenerlas todas conmigo). Gracias, Santi: estoy disfrutando mucho con este blog tuyo. De mayor, me gustaría ser capaz de tener uno asi...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carlos. Estaría muy bien que se animaran más civilistas: los mercantilistas nos ganan "por paliza"...

      Eliminar